Ella Becerra

Acompañé a Laura Prieto durante el primer semestre de 2024 en la asignatura Laboratorio de  Construcción de Personaje; un espacio de exploración escénica donde trabajamos a partir del  método de la Fragmentación. Desde el inicio, Laura me llamó la atención por su presencia  contundente: una estudiante a la que aún se apodan cómo Rasta, con una identidad muy  definida.  

Esa imagen fuerte, expresiva y crítica hablaba, según yo de su manera de habitar el mundo, y  resultaba muy retadora como punto de partida de un laboratorio cuyo objetivo es la  construcción de personajes: desarticular lo conocido, para permitir que el cuerpo, las acciones  y las elecciones escénicas revelaran otros seres posibles, que los estudiantes pudiera abrirse  al juego de construir personajes distintos a ellos mismos, el reto con Laura era invitarla a  desestructurar ese fuerte sello sin traicionar su verdad, pero sin quedar atrapada en ella. Y en  ese tránsito, Laura realizó un proceso verdaderamente revelador. 

Gracias a su disciplina y su potencia creativa, y apoyada por las herramientas del método de la  Fragmentación, Laura logró presentar, hacia el final del semestre, dos personajes  profundamente distintos entre sí y también lejanos de la imagen con la que se había  presentado ella inicialmente. Lo maravilloso fue que esa transformación no implicó  desdibujar su identidad, al contrario: le permitió integrar su mirada crítica del mundo, su  posición como mujer joven en el contexto universitario, con una fuerte de potencia interna,  disponible pero no evidente, presente pero no determinante. 

Laura es una artista comprometida con el oficio, creativa, inquieta, con una enorme capacidad  de exploración y una voz cada vez más firme y singular. Tengo la sensación de que este  laboratorio le permitió confirmar que sí es posible para ella habitar el camino de la actuación, y  al ratificarlo se comprometió con su carrera con más convicción. Ver su proceso fue  profundamente grato para mí como docente; acompañar su florecimiento escénico y humano  fue, sin duda, uno de los regalos del semestre.